
25 DE JULIO DE 2011, A CORUÑA
El poblado de O Portiño , un asentamiento de 69 viviendas humildes del extrarradio coruñés, hogar de mariscadores y vendedores ambulantes, se libró por los pelos de quedar completamente destruido por un voraz incendio que se podía ver desde los municipios limítrofes y que afectó a 10 hectáreas de matorral y monte bajo.
Comenzó a la 13.50 horas siendo poco más que una fogata, a la que en un principio no se le dio importancia hasta que el viento cambió empujando las llamas hacia las casas. A partir de ahí, caos y miedo.
Entre una profunda humareda que obligó a atender a cinco agentes y dos residentes por inhalación, se veían hombres y mujeres hechos y derechos llorando como niños, escapando de un fuego que se abalanzaba sobre ellos, intentando reunir a los suyos, presos de ataques de nervios, unos orando -en el barrio son mayoría los evangélicos- y otros calmando a los más pequeños. Fueron 300 los desalojados, cien de ellos niños.
ORACIONES ANTE LAS LLAMAS
Un grupo de evangélicos oraba en mitad de la carretera, donde improvisaron un templo entre furgonetas: «Pido al señor que nos mande una atmósfera buena. Señor Dios, haz que llueva...». Así, hasta que a las siete de la tarde los bomberos lo dieron por controlado y se permitió a los vecinos entrar en sus casas. Las muestras de alegría fueron enormes.
Aquellos lloros y crisis nerviosas del principio -padres que no encontraban a sus hijos, mujeres que no sabían nada del marido, hombres aporreando puertas para comprobar si alguien se había quedado dentro- se volvieron explosiones de euforia. Luis Jiménez, por ejemplo, agradecía entre lágrimas a un policía que le había ayudado a sacar a su esposa de la vivienda. Y Gabarri apretó con tanto cariño a su nieta que hasta le hizo daño.
POCOS DESPERFECTOS
Milagrosamente, el fuego solo destruyó dos galpones -uno de ellos con gran cantidad de maquinaria hecha ceniza y cuya pérdida se valoró en 2.500 euros-. A las viviendas solo llegó el humo, pero de tal manera que algunos de los habitantes del Portiño no tuvieron claro hasta última hora si podían dormir en casa o tenían que irse con familiares. Porque los residentes descartaron desde un principio aceptar el ofrecimiento del Ayuntamiento a pasar el fin de semana en una residencia o en un centro de la Cruz Roja.
La policía investiga las causas, si bien algunos testigos apuntan a una quema de restrojos en una finca cercana, «una temeridad si tenemos en cuenta que en verano está prohibido hacer quemas y el viento era fortísimo», según fuentes del equipo contraincendios.
El fuego pasó de los rastrojos al monte y ahí se hizo incontrolable. Sobre todo cuando se produjo un cambio brusco en la dirección del viento que ayer en A Coruña soplaba con fuerza endiablada. A las 13.30 venía del noroeste y las llamas estaban abocadas a morir en la carretera que rodea este barrio. Pero de pronto cambió a Nordés y las llamas corrieron hacia O Portiño. Tanto sopló que los vecinos pudieron ver las llamaradas avanzando hacia sus casas. «Vimos el fuego a 300 metros y en dos minutos ya estaban las llamas sobre nosotros», relataba uno de los residentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario..