Para muchos vivir en una gran ciudad significa stress, angustia, soledad y depresión. Problemas que desencadenan en matrimonios rotos, abuso infantil y consumo de drogas. Es el caso de Santiago de Chile.
Un estudio de la Organización Mundial de la Salud indicó hace unos años que Chile, y particularmente su capital, era uno de los lugares con mayores tasas de trastornos mentales del mundo.
Concientes de esta necesidad, los estilistas Sergio Bravo y su esposa Isabel han convertido su salón de belleza que se ubica en pleno corazón de la ciudad en un centro de evangelismo, oración y consejería.
“El Señor nos llevó a trabajar en las personas, no solamente a embellecerlas físicamente sino que también poder ayudarlas a entender sus vidas y traer paz, regocijo, contentamiento a través de la Palabra de Dios”, dice Sergio Bravo, estilista y evangelista.
Por otro lado Isabel Bravo, estilista y evangelista dice: “nos dimos, quizás, el tiempo para escuchar a las personas, y empezamos a notar la necesidad grande que había entre nuestros clientes, de ser oídos, de guiarlos quizás a tomar decisiones, y todo partió ahí”.
Necesidad en las personas
Luego de casarse en la década de los 90, Sergio e Isabel comenzaron a predicar el evangelio a sus afligidos clientes. Fueron tantas las conversiones que al poco tiempo se organizó una congregación cristiana que comenzó a funcionar en el mismo salón de belleza.
“Es fuerte esto, es de todos los días. Nosotros estamos trabajando si bien es cierto como peluqueros, o estilistas; pero a su vez trabajamos tanto o mas en las cosas del Señor, como en peluquería. Y nosotros estamos para eso, para mostrarles el camino; para decirles que Cristo es el camino, Cristo es la verdad, Cristo es la vida”, dice Sergio.
“Porque vemos la necesidad de las personas. Vemos gente quizás con mucho poder adquisitivo pero, pero con una necesidad tremenda”, dice Isabel.
Hasta el momento son más de 100 las personas que han recibido a Cristo gracias al incansable ministerio de estos estilistas evangelistas.
El desgaste físico y espiritual de la tarea que Sergio e Isabel Bravo realizan es inmenso. Pero saben que no pueden darse por vencidos. En el país con mayores problemas de salud mental del mundo, el trabajo es mucho y los trabajadores pocos.
“A veces sucede que uno se cansa y piensa: ¿para que sigo en esto? Entonces digo: Soy deudora de Cristo. Entonces le diría yo a las personas que tienen negocios, aquellas que andan por la calle, que si sienten de hablarle a alguien, que lo hagan, que sean obedientes porque podemos ganar la vida de una persona. Y no sólo la vida de una persona, sino que quizás alcanzar a familias completas”, dice Sergio.
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