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Térmens tenía en tiempos de la Guerra Civil una comunidad protestante que alcanzaba las treinta personas. Después del conflicto, el régimen franquista se cebó contra los evangelicos, según relata Carme Garrofé en Protestants sota el franquisme. Repressió religiosa contra la comunitat de Térmens, a la Noguera (1940-1960).
El libro, publicado por Pagès Editors, fue presentado el pasado viernes 10 en el Arxiu Històric de Lleida. Puesto que la autora reside en Estados Unidos y está muy delicada de salud, estuvo representada en el acto por su hermano, Gabriel Garrofé. Se refirió a la obra el novelista Vicenç Villatoro.
Garrofé explica que la comunidad protestante de Lleida tenía cierto peso en la comarca y que su actitud “evangelizadora” colmó la paciencia del obispo de Urgell y del párroco de Térmens.
EN CARNE PROPIA
La autora explica en el libro que ella misma se vio privada durante más de un año de asistir a la escuela porque no estaba bautizada por la iglesia católica, mientras que a su padre le costó mucho recuperar su puesto de trabajo en la Sucrera de Menàrguens a causa de la confesión que profesaba.
A diferencia de lo que pasó en otros puntos del Estado, Gabriel Garrofé manifestó que la comunidad protestante de Térmens nunca sufrió violencia, aunque sí tenían muchos problemas en los entierros para que el pastor protestante pudiera decir unas palabras a los congregados, pues apunta que la Guardia Civil les ponía dificultades.
La represión contra los protestantes –también de los de Térmens– se suavizó a partir de 1946 con la visita del presidente Eisenhower a España, puesto que el régimen tuvo que suavizar su discurso ante estos países cuya ciudadanía profesaba de manera mayoritaria la fe evangélica o protestante.
Garrofé explica que la comunidad protestante de Lleida tenía cierto peso en la comarca y que su actitud “evangelizadora” colmó la paciencia del obispo de Urgell y del párroco de Térmens.
EN CARNE PROPIA
La autora explica en el libro que ella misma se vio privada durante más de un año de asistir a la escuela porque no estaba bautizada por la iglesia católica, mientras que a su padre le costó mucho recuperar su puesto de trabajo en la Sucrera de Menàrguens a causa de la confesión que profesaba.
A diferencia de lo que pasó en otros puntos del Estado, Gabriel Garrofé manifestó que la comunidad protestante de Térmens nunca sufrió violencia, aunque sí tenían muchos problemas en los entierros para que el pastor protestante pudiera decir unas palabras a los congregados, pues apunta que la Guardia Civil les ponía dificultades.
La represión contra los protestantes –también de los de Térmens– se suavizó a partir de 1946 con la visita del presidente Eisenhower a España, puesto que el régimen tuvo que suavizar su discurso ante estos países cuya ciudadanía profesaba de manera mayoritaria la fe evangélica o protestante.
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